Una de las experiencias imperdibles de Panamá es visitar su famoso canal, un istmo en Centroamérica con numerosos conflictos e intereses geopolíticos en juego. Por sus aguas pasan casi 12 mil barcos por año, lo que implica que cerca de 450 millones de toneladas de mercancía lo atraviesan en ese período, convirtiendo lo que sería un viaje de más de 15.000 kilómetros alrededor de Sudamérica a uno de poco más de 65 km ¿Impresionante, no?
Por la mañana una minivan con un guía nos pasó a buscar por el hotel para recorrer parte de la historia de este bonito país. Por la avenida Balboa, mirando los dólares convertidos en grandes edificaciones con vistas al Océano, los ojos se llenan de capitalismo.
Llegando al Corredor Norte nos sumergimos en el Panamá profundo, la modernidad queda atrás y da paso a los barrios populares y, en particular, al Chorrillo, que se encuentra cerca del cuartel de la Guardia Nacional y que en 1989 fue bombardeado por los Estados Unidos. A pesar de haber sido el escenario de una terrible tragedia, y de haber pasado 32 años, una especie de amnesia colectiva parece residir en sus calles y mucha gente de la zona prefiere no hablar de ello.
Seguimos viaje adentrándonos en lo que fue la zona de exclusión donde USA ejercía el control y dividía a el país en dos. En ese tiempo en sus 1400 km funcionaba una base militar y un aeropuerto. En 1979 después del tratado llamado Carter-Torrijos, el canal y la zona de exclusión pasó a manos de sus dueños y hoy existen instalaciones civiles y comerciales en el área. La lucha por la soberanía y la impronta caribeña de las construcciones de la población local, se entremezclan con las edificaciones militares de esa época.
La minivan siguió rodando, entrando en el Parque Nacional Soberanía, en donde se encuentra esta espectacular obra de ingeniería que cortó una parte del continente para comunicar dos océanos el Atlántico y el Pacífico. Desde una terraza unos cientos de turistas se empujan para poder ver desde una mejor posición el paso de un barco, y el funcionamiento de las esclusas, con una simpleza que nos hace olvidar los desafíos que implicó esta titánica construcción. A unos pasos de allí hay un museo donde se puede conocer la historia del canal desde sus inicios, y también una tienda de souvenirs y regalos.
Caminamos por la Calzada de Amador, un paseo muy coqueto que fue ganado al mar, y buscamos un lugar tranquilo para tomar unas cervezas Balboa, mientras la vuelta al hotel estaba cerca.