Era invierno, el mar de china meridional estaba muy picado y, a pesar de ello, el frío no calaba los huesos. La terminal de ferry, increíblemente, estaba poco concurrida. Durante la espera, los rezos a San Pablo -que tiene su catedral en ruinas- eran nuestra única protección frente a ese mar que se mostraba inclemente. El barco salió en horario, no hubo quejas ni gritos, todos sentaditos en sus lugares, contemplando los monumentales edificios de Hong Kong que dejábamos atrás, en un sube y baja de olas por el que nadie se preocupaba.
En 60 minutos recorrimos los 56 km que separan Hong Kong de Macao. Comenzaron a verse muchas luces de Neón. Macao, a pesar de pertenecer a China, es una región autónoma, por lo que tuvimos que pasar una vez más por controles migratorios.
La terminal de ómnibus de Macao es como un circo a cielo abierto, en donde todos los buses son parte de algún casino. La gran noticia es que estos infinitos buses que se pasean por ese paraje del sur de China son gratuitos. Nosotros nos inclinamos por el que se dirigía a “The Venecian”. Descubrimos con sumo agrado que el bus paseaba por toda la ciudad, lo que nos permitió avistar un paisaje entre de fantasía y colonial (Macao fue una colonia portuguesa, en su calles los carteles dicen “Rue”).
Asombrados por la magnificencia de los grandes hoteles-casino, llegamos a destino y admiramos la grandilocuencia del vicio. Jugamos unas fichas con la mera aspiración de crear una anécdota acorde al lugar en el que estábamos y así, poder contar en Buenos Aires nuestra experiencia como jugadores en el otro extremo del mundo. Terminamos nuestra visita en una fila interminable para recibir un souvenir de ese extraordinario hotel-casino de “Las Vegas” de China.
Empezamos a caminar por la ciudad y los contrastes que al principio estaban escondidos por la fantasía empezaron a tener otra mirada. La Ciudad de Macao en su casco histórico es preciosa, disfrutamos de las ruinas de la Catedral de San Pablo, las murallas de la ciudad, los bares con sus comidas típicas más picantes que el mar y las cervezas chinas hechas a base de trigo.
Macao es una ciudad multifacética, es la multitud de chinos gastando sus ahorros de un año en las decenas de casinos, es la historia de la colonia portuguesa, sus mosaicos, sus mares…
Se está haciendo de noche, las luces se encienden con más potencia, las calles están abarrotadas de jugadores empedernidos y de tiendas colmadas de personas que quieren concretar sus compras de reyes, el frío está vez es más duro, el mar se empeña en estar inquieto y un moderno ferry nos espera para volver a Hong Kong.