40 horas después de haber salido de casa, estábamos en la recepción de un hotel en Hong Kong y teníamos en mano el voucher para esos anhelados 12 m2 de habitación. Quizás por sueño, cansancio o jetlag, inmediatamente accedimos a pagar un extra para tener vistas a la bahía.
Uno de los miles de edificios que se advierten detrás del cristal de la ventana, nos recordaba que estábamos en el 2019, para evitar la confusión que puede provocar esa visión futurista.
El famoso skyline de este centro financiero y comercial, cuyos lujos se pasean en bolsas de las más prestigiosas marcas, es inseparable de nuestros recuerdos en la gigante ciudad del sur de China y de las vistas desde el mirador del Victoria Peak.
Un trayecto en funicular, el cual funciona desde 1888, nos llevó a la montaña más alta a través de un recorrido que, en ciertos momentos, es casi perpendicular. Dejando atrás el vértigo de la subida, quedamos impactados con los rascacielos que tanto habíamos contemplado frente a frente. El mirador de Victoria Peak es un intento de atrapar con una mirada la inmensidad y la perfección que se respira en cada paso por este rincón de Asia.
En enero de 2019 se podía sacar un combo de entradas que incluía el boleto del tranvía y el ingreso al mirador (Peak Tram + Sky Terrace 428) evitando las extensas filas sobre la calle.
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