Desde chicos esta canción era parte de los juegos, ni en sueños estaba esa pequeña ciudad del sur de Francia como un destino a visitar. Pero como casi todo en la vida, las cosas pasan por algo y un road trip por el sur del país galo hizo posible que nuestra primera parada sea Avignon. Mientras manejábamos por la autopista, la idea de poder recorrer ese puente de tantas leyendas, y el estribillo sonando en nuestra mente, nos dibujaban una sonrisa.
Después de 4 horas y media por la carretera A7 en España ( A 9 en Francia) llegamos a la ciudad y nos alojamos en un complejo de departamentos con todos los servicios. El Apart Hotel Sainte Marthe está ubicado enfrente de la Ciudad Universitaria de Avignon y en su terraza tiene unas vistas impresionantes al casco histórico.
Nos cambiamos, nos pusimos las zapas y empezamos a caminar, descubriendo y sorprendiéndonos con las edificaciones bajas, las panaderías y los murales que decoran cada pared de esta hermosa ciudad.
Avignon no sólo esta signada por la popular canción, también tiene uno de los capítulos más importantes de la historia de la iglesia católica ya que en el siglo IV siete Papas residieron allí.
Su Palacio Papal es uno de los mayores edificios góticos del mundo, y al lado se encuentra la Catedral Notre Dame des Doms. Caminar por sus veredas es imaginarse una época en donde los asedios y el esplendor formaban parte del medioevo.
Paramos un toque para comprar unos vinos franceses y unos quesos para seguir alimentando el espíritu, mientras nos encontrábamos con las murallas y sus puertas donde como en un juego de niños entrábamos y salíamos.
Así llegamos al puente, hoy solamente está por la mitad, subimos por la pasarela y tarareamos su canción, mientras tomábamos unos mates. Fue una de las más lindas experiencias en este viaje. La leyenda cuenta que un niño el pastor Benezet recibió el encargo de Dios para construir el puente y transportó una piedra gigante hasta el río como prueba de su poder.
Ya la noche iba cayendo y una luna hermosa nos acompañaba hasta la residencia, descorchamos el vino, degustamos la bandeja de quesos y nos emocionamos contando lo lindo que fue caminar por estas calles como si una parte de nosotros las conociera desde siempre.